domingo, 6 de noviembre de 2011

I

¿Qué sentido tiene ya seguir si no tenéis nada por lo que seguir?
¿Qué o quién os obliga a continuar?
¿Hay algo que os empuja cada tan poco esperada mañana a levantaros de vuestro lecho?
Sí, sí lo hay. No sabéis qué, no se le puede llamar fuerza de voluntad ni energía concretamente, ni siquiera amor a la vida, pero si seguís con la cabeza alzada es por eso.
Pero por mucho que intentéis mirar hacia otro lado cuando os veis atrapados, cuando no veis más allá de vuestro valle de lágrimas, sabéis cuál es la pregunta final. Sabéis que todo acaba en una mera cuestión, tan simple como el fluír de las cosas, como el nacer y el morir, como el ocupar lugar en el espacio.
Y la pregunta es: ¿Qué es el Existir?
Para mí hay una respuesta aún más simple que los hechos anteriores. Existir es, en su totalidad, destruirse, con el lento paso del tiempo, hasta quedar reducidos a ceniza o a pura carroña.
Si para todos el fin es el mismo, ¿por qué no olvidarse de ese algo que nos impulsa a seguir, rechazarlo completamente? Al fin y al cabo todo son proyecciones irreales, mentiras, golpes que hacen más duro el Existir, o en su defecto, y aún así de forma detestable, son alegrías pasajeras, ilusiones, mentiras convencionales que sólo engañan a los que no quieren ver.